Por Elena Velasco
Hoy es día 13 de enero, fecha en la que se conmemora el “Día Mundial de Lucha contra la Depresión”. El objetivo de ponerle una fecha específica en el calendario radica en la necesidad de sensibilizar y concienciar sobre esta patología vinculada a la salud mental, que afecta aproximadamente, según las estadísticas, a más de 280 millones de personas en el mundo.
Sería diferente si en lugar de “depresión” hablásemos más concretamente de “estar deprimido”, que se entiende como un estado de ánimo pasajero y quizás menos intenso. Este estado más leve, lo hemos experimentado, al menos alguna vez, probablemente los ocho mil millones de personas que habitamos el planeta Tierra. En principio, esto nos debería posibilitar empatizar con las sensaciones y emociones con las que tiene que lidiar una persona diagnosticada con el trastorno clínico, pero no siempre sucede así. Siguen existiendo posturas que pretenden minimizar, e incluso, en ocasiones, responsabilizar y culpabilizar al doliente. En mi opinión, estar triste no es una decisión personal, aunque a veces sea necesario abrazar este estado para poder transitar al siguiente. En ocasiones, no contamos con las herramientas suficientes para procesar de forma realmente saludable una situación complicada, inesperada o dolorosa, y nos podemos llegar a atascar, como sucede, por ejemplo, con el diagnóstico de un cáncer, pero es que para algunas situaciones… quién está realmente preparado?
Al parecer, los Días Mundiales son seleccionados por los estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Si el título concreto lo hubiese creado un paciente aquejado de depresión, probablemente no contendría la palabra “lucha”. A los pacientes de cáncer, de igual modo se nos habla de “la batalla” y otros términos bélicos, que tratan bienintencionadamente de describir la situación a la que nos vamos a enfrentar. De este modo, insinúan que de nuestro armamento y heroicidad dependerá el que resultemos o no victoriosos. Cualquier persona que haya sufrido una depresión o que haya pasado temporadas con un estado de ánimo triste o depresivo sabe que una actitud combativa hacia su situación no va a resultar precisamente útil. Desde mi punto de vista, al tratar de luchar, en lugar de aceptar, dirigimos erróneamente la energía, que es necesaria para poder ocuparnos de la situación, que podrá ir solucionándose siempre de la manera más adecuada para la persona, respetando su tiempo, y en muchas ocasiones gracias a la ayuda externa pertinente.
En un diagnóstico de cáncer, es habitual que aparezca tanto angustia como tristeza tras haber recibido la noticia del diagnóstico, durante los tratamientos o incluso habiendo obtenido la remisión completa de la enfermedad sostenida en el tiempo. La amenaza de la muerte, el miedo al dolor, al sufrimiento físico y mental favorecen estados depresivos en los que las alteraciones del sueño, los cambios de ánimo, la pérdida de interés por las actividades y otros tantos efectos negativos pueden aparecer en cualquier momento del proceso. En este caso concreto, los estados depresivos no solo afectan al propio paciente, si no que, por desgracia, alcanzan de igual forma a todas las personas con las que tiene una relación y un vínculo estrecho.
En realidad, sí, en ocasiones, yo quiero y necesito estar triste. Necesito permitírmelo, necesito aceptarlo y necesito sentirlo para poder volver a estar bien. Y a veces también necesito ayuda externa, y quiero poder hacerlo sin tener que sentirme señalada. Y llevando ya más de dos años en remisión completa de la enfermedad, después de siete años de tratamiento ininterrumpido para un cáncer hematológico, a veces, aunque cada vez menos, conecto con algunas situaciones y lloro desconsoladamente. Después me seco las lágrimas y continúo, e incluso en términos generales me siento la persona más afortunada del planeta, pero acepto que, por momentos, la vida me supera, mis secuelas me superan.
El desconocimiento, el miedo o la vergüenza son algunas de las razones que pueden llegar a impedir que las personas que sufren estas problemáticas accedan a la asistencia y a los tratamientos que necesitan. En definitiva, este argumento me parece la mejor justificación para que esta “lucha” tenga un día señalado, aunque no me guste la palabra, y aunque necesite siempre ser tan quisquillosa con los asuntos que verdaderamente me importan.
Asotrame cuenta con un equipo de atención psicosocial, a disposición de aquellas personas que puedan precisar de apoyo durante y después de la enfermedad. Si lo necesitas, puedes ponerte en contacto a través del correo psicologia@asotrame.com o en el teléfono 699 85 61 73